Las consecuencias de la crisis económica, la destrucción de
empleo y las medidas gubernamentales están empeorando los derechos laborales,
sociales y de ciudadanía. Los trabajadores en su conjunto están empeorando su
calidad de vida, con especial incidencia en las mujeres, que parten de situaciones más desfavorecidas.
Con la llegada del 8 de Marzo, día Internacional de la Mujer
trabajadora, es el momento de hacer memoria y recordar los avances (o no) que
en materia igualdad se han hecho. Este año, los datos, porcentajes y números no
parecen muy alentadores. Sin embargo no
debemos ocultar su impacto en nuestras vidas y en las condiciones de trabajo,
en nuestras oportunidades, porque lo que evidencian es una vulneración de los derechos de las mujeres.
Las mujeres cobran
de salario medio anual un 22% menos que los hombres, la tasa de riesgo de
pobreza es mayor en el caso de las mujeres. Un 15,2% de las mujeres tiene unos ingresos
menores o iguales al salario mínimo interprofesional.
La reforma
laboral aprobada hace un año tampoco ayuda. La libre disposición de las
horas extraordinarias por parte del empresario
dificulta la conciliación considerablemente. La promoción de los
contratos a tiempo parcial, en su mayoría de ellos destinados a mujeres, como
medida estrella para poder conciliar impiden una promoción de la mujer, así
como perpetúan la situación de las mujeres infrapagadas e infravaloradas. Además,
en los contratos temporales, nuevamente,
las diferencias entre los roles sociales
de varones y mujeres nos vuelven a castigar, como lo muestra el alto porcentaje
de mujeres con este tipo de contratos.
Los recortes que
se han hecho desde las administraciones que perjudican a los más
desfavorecidos, tampoco ayudan a las mujeres. Vemos que cada vez somos más las
que nos retiramos de la búsqueda activa de empleo, volvemos nuestras casas a
cuidar de nuestros hijos porque no hay plazas en las guarderías, porque se
reducen las becas de comedor, se intruduce el copago en programas de
conciliación como “madrugadores” y las actividades extraescolares que permitían
que las mujeres pudieran prorrogar su jornada laboral. Por otro lado, se reduce
la partida de ayudas a la dependencia y en
sanidad con lo que se vuelve a destinar el cuidado de la gente mayor al ámbito
privado, sin garantías ni compensación ni responsabilidad pública, empeorando
la calidad de vida tanto de la gente dependiente como de las cuidadoras: Tareas
de cuidado que antes se compartían con el gobierno, (centros de día,
residencias, estancias más largan en los hospitales, unidades de dolor) pasan a
ser completamente asumidas por las mujeres.
Claramente, estos ataques a la mujer, hacen que retrocedamos
mucho en los logros que se han hecho. Tanto
el sistema capitalista como el patriarcal van de la mano en conseguir que se
reproduzcan las desigualdades, se perpetúen y se agraven. Si volvemos a la
casa volvemos a ser invisibles, volvemos a depender de ellos y perdemos de
vista quienes somos, qué queremos ser, qué papel queremos jugar en esta
sociedad y qué podemos hacer para cambiarla. La sociedad pierde una fuerza de
trabajo que además de necesaria es eficiente, está cualificada y es creativa.
Decía Simone de
Beavoir en su libro del Segundo sexo, que “al
ser la sociedad una sociedad del hombre, es sensato deducir que el hombre se ha
definido a sí mismo como el Uno, el sujeto, y la mujer ha sido conceptualizada
como el Otro, el objeto”. Si nos retiramos del mercado, de la vida pública,
volvemos a ser objetos, nos plegamos a los intereses del varón, a su poder
adquisitivo, a su vida y a sus cambios. Conquistar
y ver que el Otro, las “Otredades” somos nosotras, que somos mayoría, que somos
más de la mitad del planeta, que tenemos el derecho y la capacidad de elegir
nuestras vidas, y que tenemos capacidad de organizarnos y luchar contra este
sistema injusto. Una revolución cotidiana que empieza desde lo doméstico que no
se deja ya domesticar. Debemos construir nuestros sueños, no poniendo por
delante el corazón, no pensado en ser compañeras ni en “media naranja” de
nadie, sino entregándonos a nosotras mismas, a nuestros sueños, a nuestras
ambiciones, a nuestras pasiones y a nuestros proyectos vitales.
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