lunes, 19 de febrero de 2018

Hacia la Renta básica. Pensando en torno a la Huelga de Cuidados del 8M



En época de crisis, también es momento para la innovación, para repensarnos como sociedad, para establecer prioridades y pensar en nuevos marcos de convivencia.
Pero también para pensar en el campo de lo posible. La renta básica es posible, es pagable, y como todo que esté en la agenda política, que la conozcamos, que nos pensemos como agentes claves para replicar y dar a conocer sus impactos, hará que sea algo cada vez más deseable para un nuevo marco social, de convivencia y de entender las relaciones sociales entre nosotras.
La aproximación que yo voy a hacer a la renta básica, es desde la economía feminista. La economía feminista es aquella que trata de poner la vida en el centro, es por tanto, que para hablar de economía feminista también tenemos que hablar de bienestar. De mejora de calidad de vida, de tratar de buscar una vida que merezca la pena ser vivida.
Podemos pensar en cómo desde la Economía feminista debería ser una renta básica ciudadana para que mejore las condiciones de las mujeres, y en ese sentido, que vaya encaminada a una mayor igualdad de género. Los debates que ha tenido el movimiento feminista en torno a la renta básica se han ido modificando en tanto que el propio debate de la renta básica también ha ido calando en la sociedad. Pero también incorporando las discusiones que se generan entre el feminismo de la diferencia y el feminismo de la igualdad.
La pregunta sería, ¿Puede la renta básica tener un potencial para lograr una mayor igualdad de género? ¿Puede la renta básica ser una política pública que mejore la calidad de vida de las mujeres?
Una redistribución radical de la renta, ayuda a los eslabones últimos de la cadena, que en muchos casos son mujeres, pero en cualquier caso, previo a esto me gustaría abordar y aclarar tres cuestiones:
1.      Que hay que romper la falsa neutralidad de las políticas públicas. Las intervenciones neutrales al género no existen. Existen las opacas. La opacidad de género presupone que las actuaciones que  han sido diseñados con el fin de beneficiar a las personas en conjunto, sin que quepa distinción entre mujeres y hombres.
Esto implica que el sujeto beneficiario de las políticas públicas, generalmente en un hombre blanco, heterosexual, clase media. Alguien que salga al mercado de trabajo limpio, aseado, con tartera y con el traje planchadito. Cómo y quién hace todo el trabajo para que salga así por la puerta de su casa, no importa. Lo que el mercado quiere es que esté hecho.
No pensar en todos los procesos que tienen que ver con la reproducción de la vida, hace que se quede fuera gran parte de trabajo de cuidados, gran parte de ese trabajo es exclusivamente realizado por mujeres, y por lo tanto, si las políticas públicas no se hacen pensado en este proceso, es que son políticas públicas ciegas a la vida cotidiana del 50% de la población. Así claramente tenemos estudios, el último de intermón Oxfan por poner un ejemplo, que nos dice que el deterioro de los servicios públicos, los recortes en salud, educación o dependencia están claramente relacionados con un incremento de horas de trabajo doméstico y por ello en carga para las mujeres.
2.      Lo segundo que tenemos que tener en cuenta, es que no existe ninguna política pública que vaya a resolver todos los problemas del estado español, y que no se puede pretender que la RBU sea una medida totalizadora, en el sentido que vaya a poder resolver todos los problemas, incluidos los de desigualdad de género.
Ninguna política pública va a arreglar la desigualdad causada por un sistema como el patriarcal, donde el privilegio de unos pasa por la desventaja de otras.
3.      Pero que sí es necesario analizar los efectos. Es el deber desde la economía feminista, y desde las personas que apostamos por una implementación de una RBU qué efectos puede tener.
Algunos de los argumentos que me gustaría poner sobre la mesa, y a partir de los cuales podríamos hablar de los efectos positivos visibles.
1.      Incremento de la autonomía de las mujeres. La condición de la renta básica es que es UNIVERSAL e INCONDICIONAL, por lo que permitiría a las mujeres pensarse como sujetos activos. Pensarse para sí, que dirían las feministas. En parte, poder decir, sobre cómo, cuándo, y cuánto tiempo quieren entrar en el mercado laboral.
Sabemos que la precariedad laboral, tiene  rostro de mujer. La brecha salarial del 29% nos ilustra esto. La brecha salarial tiene muchas caras, no sólo la de cobrar distinto por el mismo puesto, que esto parece que se va reduciendo considerablemente, pero si lo que tiene que ver con las jornadas parciales, que están claramente feminizadas.
Pero también es relevante señalar aquí,  qué tipos de puesto de trabajo tenemos las mujeres. Somos las que tenemos puestos más bajos, peor remunerados, más precarios, en la economía de rebusque. Esto es lo que podemos llamar el suelo pegajoso (frente al techo de cristal) creo que es un concepto que cada vez más representa la realidad de la precariedad femenina. Puestos de trabajo temporales, con baja remuneración o con parte de la remuneración en b, sin posibilidades de movilidad o de promoción, bien, parte de este problema, podría tener cierta solución a través de una RBU.
2.      Es fundamental desvincular ser garante de derechos con tener un empleo o ser cotizante. En este sentido, la implicación simbólica de ser ciudadana es fundamental. De nuevo pensarnos como parte de la sociedad, salir de la casa, del espacio privado. Poder participar como sujetas de plenos derechos civiles, de participación, dejar de ser beneficiaras de... como ejemplo de lo que esto podría significar.
3.      Mejora de las condiciones materiales de las mujeres. Quiero incidir en algo que me parece clave y que el impacto sería inmediato. 2/3 de las mujeres asesinadas víctimas de violencia machista, no tenían interpuesta denuncia previa. Las estadísticas nos dicen, cuando se pregunta a las mujeres, que si no tienen unas condiciones materiales para poder irse (empleo/vivienda) es muy complicado dar el paso de interponer una denuncia. En este sentido, creo que, a lo mejor, os parece un ejemplo algo extremo, pero que pensemos en lo que significa mejora de condiciones de las mujeres también tenemos que pensar en lo que supone tener recursos propios.
Estos serían para mí los efectos más visibles a la hora de lo que supone una redistribución radical de la renta.
A pesar de todos estos argumentos que vendrían a confirmar la deseabilidad de una RBU para mejorar la igualdad de género, el principal motivo para no ser del todo optimista de los efectos de esta en la división sexual del trabajo de cuidados y reproductivo es que no parece que genere un incentivo claro para que los hombres ejerzan estos trabajos. Más allá de liberarles tiempo, no es muy claro que fuera a darse una redistribución de otros dos recursos fundamentales para lograr una mayor igualdad de género:
TIEMPO Y OPORTUNIDADES.
Estos dos recursos están muy unidos a quién se encarga de los trabajos de cuidados y reproductivos. Para visibilizar lo que significa el recurso tiempo, podríamos decir que según la Encuesta de Usos de tiempo de 2010 las mujeres dedican dos horas y cuarto al día más que los hombres a las tareas del hogar. Esto implica que hay un reparto desigual de los tiempos.
Pensar en el recurso oportunidades, implica pensar en cómo las mujeres nos colocamos (o nos colocan) en el mercado laboral, la última encuesta de Diversidad familiar y estrategias de conciliación en de  2011 nos dice que el 35% de las mujeres andaluzas  renuncia a ascensos para poder seguir conciliando, que el 30% de andaluzas dejan de trabajar al menos los 2 primero años para cuidar de sus hijxs y que el principal motivo de las andaluzas para cambiar de trabajo es lograr un mejor horario que permita conciliar.
En este sentido, aquí es importante ver las reivindicaciones por las que se apuesta en los convenios laborales de profesiones masculinizadas o feminizadas, en los primeros, la negociación fundamental es en materia salarial, mientras que en las profesiones feminizadas, los convenios laborales se centran en la flexibilización de la jornadas, y tiempos disponibles. Esto por otro lado, visibiliza claramente la idea de que las mujeres sabemos, nos vemos predestinadas a entender la conciliación como algo casi exclusivamente nuestro.
Pero esta RG, ha de ir vinculada a unos presupuestos que garanticen la  financiación de los sistemas públicos de educación, salud, servicios sociales y dependencia.
No nos interesa ese modelo que nos venden en Davos, donde se concede una renta monetaria a cambio de un desmantelamiento total del estado de medioestar que nos queda.
Y por otro lado, forzar un cambio de paradigma, Pasar de la conciliación a la corresponsabilidad, donde  se interpele a las empresas, al estado y los hombres a que entiendan que LOS CUIDADOS SON UNA NECESIDAD SOCIAL, y que hay que democratizar las familias y los tiempos dedicados a los trabajos reproductivos. Es necesario promover un modelo donde se redistribuyan los tiempos y se fomente la corresponsabilidad. La RBU tendría que venir sí o sí, acompañada de políticas que modifiquen redistribución de los tiempos de trabajo de cuidados y que cuestionen los modos de producir y vivir.
Para ello, las propuestas que consideramos necesarias, serían: la financiación de  políticas públicas que ayuden a la socialización del cuidado y del trabajo reproductivo; Para ello, creo que necesario la implementación de los permisos parentales iguales e intransferibles. En una sociedad donde ni los padres asumen su 50% del cuidado ni hay servicios de educación infantil adecuados, las mujeres se ven obligadas a prolongar su permiso con excedencias, paso a tiempo parcial o abandono total del empleo. Las mujeres que han dedicado unos años al trabajo doméstico tienen muy pocas probabilidades de encontrar un empleo de calidad cuando se reintegran, sobre todo a partir de una cierta edad. A falta de cotizaciones, tampoco tienen derecho a la prestación de desempleo ni a las pensiones contributivas de la Seguridad Social.  Es cierto que una primera desigualdad que tratan de paliar los permisos obligatorios e intransferibles es la del acceso de los hombres a tiempo para el cuidado y la de que las criaturas no puedan ser cuidadas por igual por ambas personas progenitoras. Pero una segunda importante desigualdad es la discriminación que sufren todas las mujeres en el mercado laboral y por ende en sus ingresos y prestaciones sociales –por ejemplo en las pensiones-, y en sus posibilidades de desarrollo personal, a lo largo de toda su vida, por causa de la maternidad. En última instancia. Los permisos igualitarios suponen un reconocimiento del derecho al cuidado y favorecen la independencia económica de todas las personas por igual. Estamos hablando por tanto de una reivindicación que beneficia a los hombres, a las criaturas recién nacidas o adoptadas, pero también a las mujeres de forma muy importante.
La extensión universal del derecho a la educación de 0 a 3 años. Garantizar plazas en escuelas infantiles públicas y con precio público y por último, La corresponsabilidad mediante la flexibilización de los horarios laborales
Pero a pesar de todo esto consideramos que es fundamental que desde la perspectiva feminista se valore una medida como la RB, que tiene en su núcleo la idea de ir más allá de la ética del trabajo tal como la conocemos. Que permitiría abrir brecha en un modelo patriarcal, desigual e injusto como es la familia tradicional.
Por último, y en la línea de esto último, voy a permitirme la idea de construir un escenario en el que la renta básica universal estuviera implementada y las consecuencias reales y casi inmediatas que esto tendría en la calidad de vida de muchas mujeres.
¿Qué haríamos las mujeres si pudiéramos elegir alargar nuestra baja de maternidad? ¿Seríamos mejores madres? ¿Habría una paternidad corresponsable? ¿Se repartirían los cuidados en el hogar de otra manera?
¿Dónde militaríamos las mujeres si tuviéramos más tiempo? ¿Nos iríamos en estampida de las AMPAS para entrar en movimiento antiglobalización?
¿Seguiríamos casadas? ¿Realmente se reducirían los asesinatos machistas?
¿Qué pasa si las mujeres nos incorporamos al mercado empoderadas?
Algunas de estas cuestiones, se están discutiendo en algunos foros feministas en torno a la huelga de cuidados del 8 de marzo. De muchas cosas no tenemos datos, pero sí creemos que tenemos intuición, y sobre todo, algunas ganas de provocar y llamar a la huelga, y por lo tanto, podríamos apuntar algunas cuestiones.
Si las mujeres tenemos una autonomía económica, propia y garantizada, tenemos más capacidad de elegir. Eso creo que no sería discutible. Actualmente nuestras vidas están determinadas por la necesidad. Dedicamos casi toda nuestra energía diaria y casi todo nuestro tiempo a la búsqueda de recursos para sobrevivir. La mayor parte de las horas que pasamos despiertas en nuestra vida las empleamos en producir y en estirar el presupuesto para llegar a fin de mes.
Algunas cosas que creo que implicaría esto. Se reduciría claramente el acoso laboral. Perderíamos el miedo a denunciar el acoso sexual, perderíamos el miedo a ser despedidas o reubicadas en puestos ajenos a nuestras destrezas y conocimientos. Ninguna mujer tendría que mantener relaciones sexuales con sus jefes para conservar el empleo.
Tendríamos más tiempo para acumular conocimientos, para participar en movimientos sociales y políticos, para organizarnos colectivamente y colaborar en el barrio, o en la comunidad de vecinas. Podríamos dedicar muchas horas a mejorar y a cambiar el mundo desde los movimientos sociales y políticos.
Con tanto tiempo para nosotras, podríamos dedicarnos a sacar adelante proyectos colectivos, a defender nuestros derechos, a acabar con la violencia machista, con la discriminación y la desigualdad. A transformar nuestra alimentación, nuestras ciudades, nuestra crianza y educación, nuestra relación con la naturaleza y los animales, nuestras formas de organizarnos política y económicamente.
Lo tendríamos más fácil para huir de casa si sufrimos abusos sexuales o malos tratos por parte de padres, hermanos o maridos. Podríamos elegir libremente vivir solas o en familia, con amigas o con colectivos de gente como nosotras.
La maternidad sería elegida: sólo vendrían al mundo bebés deseados. Se cuestionaría desde ahí el privilegio de quien exige que se regulen los vientres de alquiler.
 La crianza y los cuidados de familiares con enfermedades, con discapacidades, podrían serían compartidos por toda la comunidad, y así dejarían de ser una obligación exclusiva para las mujeres. Todas y todos tendríamos que aportar un tiempo de nuestras vidas a cuidar (nos) y a ser cuidadas.
Con una renta básica universal, nuestra vida sexual y emocional experimentaría una mejora inmediata. Nuestras relaciones podrían construirse desde la libertad, no desde la necesidad. Podríamos juntarnos y separarnos con más facilidad, y nos amaríamos desinteresadamente. Ninguno de las implicadas en las relaciones tendría que someterse al otro, depender del otro, dominar al otro. Podríamos aprender a querernos bien, a cuidarnos amorosamente, a tratarnos con empatía y ternura, y a separarnos con amor.
Podríamos construir relaciones más igualitarias, y querernos desde el compañerismo, dejando a un lado las relaciones de dominación y sumisión que estamos acostumbrados a construir.
Las mujeres no tendríamos que vivir del salario de un hombre.  No nos veríamos tan atadas a relaciones de malos tratos, porque nuestra supervivencia no se vería en peligro: con un salario universal, sería más fácil salir de la rueda de la violencia. 
os hombres perderían su papel de proveedor principal de recursos al hogar, con lo cual dejarían de ser imprescindibles. Tendrían que situarse al mismo nivel que los demás miembros de la casa, puesto que todos aportarían a la economía doméstica la misma cantidad de dinero gracias a su renta básica.
Tendríamos mucho tiempo libre para nosotras mismas, para nuestros proyectos, para nuestras pasiones. Podríamos disfrutar mucho más tiempo del amor en pareja, de los amigos y las amigas, de las familias a las que pertenecemos, de la soledad. Podríamos ahorrar para viajar, para solidarizarnos y colaborar en las causas que creemos. Podríamos estudiar carreras, oficios, saberes y prácticas: deportes, arte y artesanía, música, idiomas, ciencias puras, ciencias sociales, literatura, programación, agricultura, jardinería, baile…
Llevamos ya muchos años reivindicando que lo personal es político y que hay que buscar otras formas de organizarse, de producir, de reproducirse, y de relacionarse. Sigamos soñando, pensando y debatiendo sobre el papel de la renta básica en los enormes cambios que podríamos conseguir luchando por la autonomía de las mujeres y la economía de los cuidados.