domingo, 17 de marzo de 2013

Mujeres, trabajo, organización y sueños



Las consecuencias de la crisis económica, la destrucción de empleo y las medidas gubernamentales están empeorando los derechos laborales, sociales y de ciudadanía. Los trabajadores en su conjunto están empeorando su calidad de vida, con especial incidencia en las mujeres, que parten de situaciones más desfavorecidas.

Con la llegada del 8 de Marzo, día Internacional de la Mujer trabajadora, es el momento de hacer memoria y recordar los avances (o no) que en materia igualdad se han hecho. Este año, los datos, porcentajes y números no parecen muy alentadores. Sin embargo no debemos ocultar su impacto en nuestras vidas y en las condiciones de trabajo, en nuestras oportunidades, porque lo que evidencian es una vulneración de los derechos de las mujeres.
Las mujeres cobran de salario medio anual un 22% menos que los hombres, la tasa de riesgo de pobreza es mayor en el caso de las mujeres. Un  15,2% de las mujeres tiene unos ingresos menores o iguales al salario mínimo interprofesional.
La reforma laboral aprobada hace un año tampoco ayuda. La libre disposición de las horas extraordinarias por parte del empresario  dificulta la conciliación considerablemente. La promoción de los contratos a tiempo parcial, en su mayoría de ellos destinados a mujeres, como medida estrella para poder conciliar impiden una promoción de la mujer, así como perpetúan la situación de las mujeres infrapagadas e infravaloradas. Además,  en los contratos temporales, nuevamente, las diferencias entre los roles sociales de varones y mujeres nos vuelven a castigar, como lo muestra el alto porcentaje  de mujeres con este tipo de contratos.
Los recortes que se han hecho desde las administraciones que perjudican a los más desfavorecidos, tampoco ayudan a las mujeres. Vemos que cada vez somos más las que nos retiramos de la búsqueda activa de empleo, volvemos nuestras casas a cuidar de nuestros hijos porque no hay plazas en las guarderías, porque se reducen las becas de comedor, se intruduce el copago en programas de conciliación como “madrugadores” y las actividades extraescolares que permitían que las mujeres pudieran prorrogar su jornada laboral. Por otro lado, se reduce la partida de  ayudas a la dependencia y en sanidad con lo que se vuelve a destinar el cuidado de la gente mayor al ámbito privado, sin garantías ni compensación ni responsabilidad pública, empeorando la calidad de vida tanto de la gente dependiente como de las cuidadoras: Tareas de cuidado que antes se compartían con el gobierno, (centros de día, residencias, estancias más largan en los hospitales, unidades de dolor) pasan a ser completamente asumidas por las mujeres.
Claramente, estos ataques a la mujer, hacen que retrocedamos mucho en los logros que se han hecho. Tanto el sistema capitalista como el patriarcal van de la mano en conseguir que se reproduzcan las desigualdades, se perpetúen y se agraven. Si volvemos a la casa volvemos a ser invisibles, volvemos a depender de ellos y perdemos de vista quienes somos, qué queremos ser, qué papel queremos jugar en esta sociedad y qué podemos hacer para cambiarla. La sociedad pierde una fuerza de trabajo que además de necesaria es eficiente, está cualificada y es creativa.
Decía Simone de Beavoir en su libro del Segundo sexo,  que “al ser la sociedad una sociedad del hombre, es sensato deducir que el hombre se ha definido a sí mismo como el Uno, el sujeto, y la mujer ha sido conceptualizada como el Otro, el objeto”. Si nos retiramos del mercado, de la vida pública, volvemos a ser objetos, nos plegamos a los intereses del varón, a su poder adquisitivo, a su vida y a sus cambios.  Conquistar y ver que el Otro, las “Otredades” somos nosotras, que somos mayoría, que somos más de la mitad del planeta, que tenemos el derecho y la capacidad de elegir nuestras vidas, y que tenemos capacidad de organizarnos y luchar contra este sistema injusto. Una revolución cotidiana que empieza desde lo doméstico que no se deja ya domesticar. Debemos construir nuestros sueños, no poniendo por delante el corazón, no pensado en ser compañeras ni en “media naranja” de nadie, sino entregándonos a nosotras mismas, a nuestros sueños, a nuestras ambiciones, a nuestras pasiones y a nuestros proyectos vitales.
A partir de este mes empiezo a colaborar con el periódico digital El Europeo. 
Aqui os dejo mi primera entrada:


EL RETO DE VISIBILIZAR LA TAREA DE CUIDADOS
Las mujeres y su trabajo funcionan como un elemento organizador del sistema económico, por lo que hay que tener en cuenta las relaciones entre ellas para poder comprender la estructura socioeconómica
Dentro de esta crisis sistémica, a veces olvidamos que no solo se trata de una crisis económica, sino que incluye muchas dimensiones, de las que, aunque no tengamos noticia  en los medios de comunicación convencionales, están ahí y tenemos que buscar soluciones y alternativas.
La crisis de los cuidados, implica la desestabilización del modelo previo de reparto de las responsabilidades del cuidado y del trabajo doméstico, y es una dimensión más de esta crisis profunda.
Así, recientemente  aparecía en varios medios de comunicación, una noticia donde se informaba que más de 17 millones de mujeres de un total de 52 millones en todo el mundo, no trabajan bajo un marco legal que las proteja. Ni vacaciones, ni permiso de maternidad y sin ningún tipo cotización a la seguridad social que garantice una prestación por desempleo, derecho a la salud o una pensión.
En España según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), esta cifra llegó a ser de  747.000 en 2010. En el sector de los cuidados más del  90% son mujeres, sobre todo  inmigrantes procedentes de América Latina. Es una situación parecida a la de países como Francia, Italia o Reino Unido, pero muy diferente a la de otros países europeos, como Dinamarca, Finlandia o Noruega, donde el número de empleadas del hogar es muy bajo porque tienen un estado de bienestar fuerte, donde los servicios públicos prestan especial atención a  la tarea de conciliación y a la corresponsabilidad y cuentan con infraestructuras y mecanismos de cuidados, de atención a los niños y las personas mayores. 

Por otro lado, durante estos años, este trabajo precario, sin derechos y oculto ha fortalecido unas redes de mujeres que en muchos casos caen en neo-servilismos donde son estas mujeres europeas las que traspasan las tareas de cuidados a las mujeres inmigrantes. Una situación donde los roles de poder entre mujeres incrementan no solo las desigualdades de género sino también  una desigualdad económica, de clase y racial.
El control y legalización que ahora se proponen desde los gobiernos europeos, del trabajo doméstico y de cuidados son cuestiones difíciles  de resolver. No solo porque se trata de una actividad que se realiza en un ámbito privado,  sino que durante mucho tiempo se ha creído que este trabajo no tenía ningún valor. Por el contrario, desde la economía feminista, se afirma que el trabajo doméstico y de cuidados es fundamental para la calidad de vida de una sociedad. Para lograr una vida más plena, las necesidades que se cubren en el hogar han de estar satisfechas. Si no valoramos nosotras mismas ese trabajo, va a ser difícil que el mercado lo valore. Que salga a la luz este trabajo es imprescindible.
Estos mecanismos de regulación del trabajo doméstico, se plantean para tratar de resolver solo una parte del problema, la mejora de las condiciones de vida de las mujeres que trabajan en este sector. Sin embargo, también pueden suponer la oportunidad para, por un lado, visibilizar y cuantificar monetariamente este mercado, pero también para hacer una crítica al sistema capitalista imperante  donde se priman los mecanismos de acumulación frente a un modelo que vele por el bienestar de la ciudadanía. La propuesta es un modelo nuevo donde los cuidados, los afectos y las interdependencias sean lo primero, donde los varones asuman sus responsabilidades al igual que el Estado y que las empresas. En palabras de Dalla Costa, “El concepto de bienestar no es suficiente. La reivindicación es ahora la felicidad”