El pasado domingo Pablo Iglesias fue elegido
secretario general de Podemos. La mitad de los inscritos votaron y casi el
noventa por ciento lo hicieron por la lista liderada por Pablo Iglesias. Eso le
convierte en un líder ampliamente legitimado y con capacidad de liderazgo en su
partido.
Iglesias se presentaba con una lista de 62 personas
con las que formar equipo. De esa lista más de la mitad mujeres (32), sin
embargo, a ellas no las conocemos de nada. No las hemos visto en ninguna
tertulia, ni en ruedas de prensa, ni siquiera sentadas en la primera bancada en
los actos públicos. Les conocemos a ellos: a Monedero, a Errejón… Fue útil en
ese sentido el documento que presentó el diario la información para poner cara, por lo
menos, a alguna de ellas.
Este partido, tiene cosas que no me dejan de
sorprender respecto las mujeres (y su invisibilización) y a los
posicionamientos feministas. No deja de ser curioso que tengan un círculo de
feminismo, un partido que no se define ni de derechas ni de izquierdas. En mi
opinión, por tanto, Podemos no puede ser feminista. El feminismo es una lucha
transversal por hacer desaparecer las desigualdades entre hombres y mujeres y
esa lucha solo se puede hacer desde la izquierda alternativa y transformadora.
No se puede hacer desde la ambigüedad de una no-ideología y sólo desde ideas
concretas como nos hacen creer.
Una vez elegido, Iglesias ha acudido a varias entrevistas en varios
diarios, televisión y radio. Las dos que quiero señalar aquí son la que
tuvieron lugar el domingo pasado por Ana Pastor, y la que le hizo Pepa Bueno el pasado lunes.
Ambas periodistas tienen largas trayectorias, son
buenas profesionales, mordaces y expertas en hacer entrevistas donde se coloca
a los entrevistados y entrevistadas en situaciones incómodas. En estas
entrevistas, hechas por mujeres fue llamativa la insoportable invisbilización
de los temas llamados “de mujeres”. Se preguntó por los desahuciados, la
revocación de los cargos, la puerta giratoria o de dónde se va a sacar dinero
para pagar la renta básica, y no se hizo ninguna pregunta dedicada a la mitad
de la población con problemáticas concretas y comunes. No se cuestiona cómo
resolver la feminización de la pobreza, el techo de cristal, la conciliación,
las pensiones más bajas, la violencia de género o la discriminación salarial.
La baja tasa de natalidad, la falta de ayuda a los programas de madrugadores,
la congelación de la ley de dependencia o la precariedad laboral femenina. Una
realidad sangrante que nos afecta a todas. Ninguna de estas dos periodistas,
recordemos mujeres, les pareció que eran temas interesantes. Ana Pastor
preguntó hasta 5 veces si las personas que tuvieran dos casa se les iba a
quitar una de ellas, obviando que más del 40% de los desahucios son familias
monoparentales con una mujer como cabeza de familia y cargas familiares.
Lo que más me preocupa es que si ellas, mujeres
trabajadoras, públicas, empoderadas y reputadas no son capaces de hacer
visibles a su propia categoría política, de su propia problemática algo va muy
mal.
Por eso, ante la sistemática invisibilización de las
mujeres, los retos a los que nos enfrentamos las feministas son: Por un lado,
mostrar la realidad. Somos la mitad de la población, si nos tratan como colectivo
homogéneo, tenemos una serie de demandas y problemas por los que todas nos
vemos afectadas en mayor o menor medida. Esa es la realidad que tenemos que
poner sobre el tablero. Tenemos
herramientas potentes y útiles para esta tarea, fundamentalmente datos
desagregados por sexo que tenemos que aprender a utilizar. La realidad en
cifras se hace visible, patente y observable por toda la sociedad. Nuestro
segundo reto será que se hable de nosotras, que aparezcamos, que no nos
quedemos en “temas de mujeres”.
La discriminación entre hombres y mujeres tiene que
ser un problema a atacar de raíz en tanto y cuanto es un sistema capitalista y
patriarcal el que genera tanto sufrimiento, unos niveles de desigualdad
inadmisibles desde un punto de vista ético y moral y unas vidas en muchos casos
que no perecen la pena ser vividas. La precariedad y la invisibilización
femenina es de lo que bebe este sistema y lo que lo mantiene. No podemos
permitirnos movernos en esta lógica patriarcal capitalista que hace que desaparezcamos,
no se muestra nuestra realidad y no se toman medidas concretas para solventar nuestras
vidas.
Somos sujetos políticos, económicos y sociales y por
lo tanto queremos ser, estar y participar. Que se nos vea y que se hable de
nosotras con nosotras y para nosotras.
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